lunes, 19 de septiembre de 2016

Níspero

La choza no estaba, para nada, ni a la mitad de su capacidad; sin embargo, la pista se encontraba llena y se bailaba a ritmo de salsa. Franco, como de costumbre, llegó tarde para instalarse al fondo del lugar con su grupo de amigos. La rutina era la misma: beber y fumar hasta saciarse; a veces, bailar si alguna chica de buen ver estaba dispuesta también, para concluir la noche con besos y arrumacos. Como algunas veces sucedió, para su buena suerte.

La Choza era un lugar, clandestino a todas luces, en donde se podía bailar y beber por las tardes. Estaba ubicado en un lugar casi escondido por las calles de Iztapalapa. Justo en los límites con el Estado de México. Bonito lugar. Por dentro era más sencillo que la tabla del uno. Constaba de un salón de fiestas con mesas alrededor de la pista, todas de distintas marcas de cerveza y materiales diversos; había desde los suertudos que les tocaba una de Tecate de metal, hasta los que corrían con la mala suerte de tener una de plástico de Corona, que era un juego de azar el que pudiera sostenerse. De sillas ni hablamos. La pista era muy amplia, demasiado, tal vez de las más grandes que haya visto, más allá de la elegancia o el tamaño del salón. al fondo había una tarima que, como todos sabemos, en las fiestas se utiliza para la banda versátil uniformada de negro y azul; aquí, el dueño era DJ crown, o al menos eso se alcanzaba a distinguir en su presentación, un sonido con el que concluía cada una de las rondas de música, anunciando abruptos cambios de géneros. Dj Crown  iba acompañado de un equipo bastante ostentoso para el lugar. Siempre llegaba al lugar como una celebridad, y pedía ayuda a los asistentes para cargar su equipo; si eran mujeres, les prometía una ronda de salsa, género en el que era uno de los más aventajados del lugar.

Los asistentes variaban: Las escuelas aledañas eran las principales abastecedoras de personas, incluso escuelas de bastante lejos y gente de barrios, que nada tenían que ver con Iztapalapa, hacían cansados trayectos para conocer la famosa Choza.

Franco desenfundó un cigarrillo y reflexionó en los últimos meses de su vida...

Con 16 años, Franco era un estuche de monerías. Pertenecía a una pandilla de su barrio, conocida por su violencia y por las distintas facetas de crímenes que realizaban sin el menor de los escrúpulos, apoyados por gente muy importante. A pesar de eso, su gusto por el arte en cualquiera de sus expresiones, lo hacían alguien un poco diferente a lo que eran los demás integrantes. Además de algunos conocimientos amplios en distintos temas.

Durante su estancia con los llamados "Killers", Franco vivió los más grandes excesos y peligros a muy corta edad. Había tenido que robar y matar para poder ser elegido entre ellos. Por el día eran criminales que parecían tener una vasta experiencia; por la noche, eran niños drogándose y bebiendo mientras hablaban infinidad de estupideces. El más grande de ellos tenía 19 años.

Franco pasaba sus momentos de relajación en su casa, encarnizado en el aprecio de cualquier película que le pareciera de interés para consolidar sus conocimientos. Porque, en el fondo, él creía que no pertenecía al lugar en el que se desenvolvía. Tuvo unos cuantos encuentros amorosos con Sara, la amiga a la que siempre amó, pero ella despreció por mucho tiempo. Encuentros en los que sucedió todo; menos tener sexo, pues  Sara no quería tener sexo con alguien que no fuera su novio.

Ya, de por sí, la monotonía le comenzó a molestar en algún momento. Franco se alejó de la pandilla y descuidó sus deberes, algo que molestó a los líderes de los "Killers", que comenzaban a verlo con ciertos aires de traición y de decepción; porque, eso sí, era de los mejores elementos que tenían en sus filas. Esta situación lo encontró en un dilema que parecía no tener solución. De seguir así, terminaría muerto por traición, o tendría que conocer las entrañas de otro mundo del cual se había desconectado, pues huir era la única opción.

Al paso de algunas fumadas, en las que Franco se limitó a mirar figuras bailando bajo unas luces insípidas, sucedió algo que él jamás pensó que sucedería. Apareció una chica. Era de tez morena, de maneras desenvueltas al caminar, y con una mirada que se perdía hacia él, aunque no era a Franco a quien miraba.

La misteriosa chica miraba al "Rasta", un amigo de Franco que tenía un gran éxito con las mujeres. A pesar de las rastas y algunas actitudes arrogantes, el "Rasta" hacia sobresalir los rasgos finos de su rostro para atraer mujeres al grupo de amigos que era bastante numeroso. Franco no se molestó siquiera en mirar al Rasta, Se había perdido en esos ojos negros y enormes, un rasgo que solamente había encontrado bello en los animes.

La complexión de la mujer era la perfecta simetría entre la delgadez y la "buena carne", según pensaba Franco. Vestía sencillo. Jeans de color azul ,playera negra sin ningún estampado y unos tenis blancos sin agujetas. Lo que le daba un aire de confianza que Franco jamás había percibido en una mujer, y más, que a la Choza todas buscaban llevar atuendos extravagantes. Ella era diferente.  Por primera vez, los sentidos de Franco se habían rasguñado y perdió toda esa tranquilidad que parecía tener en todo momento.

La chica misteriosa se sentó en un lugar cerca de donde se encontraba DJ Crown, después se levantó para bailar con sus amigos en una rueda de al menos 10 mujeres y unos cuantos hombres perdidos- más bien afortunados, pensó Franco-. Las mujeres se movían con soltura y tenían entretenidos a más de uno en el lugar, pues las veían como aves de rapiña. Franco sólo la miraba a ella.

La desesperación era incesante. Franco se moría por saber algo de ella, pero había un enorme problema: Franco, en todos los lugares a los que había ido a alguna fiesta, o en cualquier tugurio en el que se había encontrado, jamás había sacado a bailar a una desconocida. Se limitaba a que otros hicieran el trabajo difícil , para que él solo tuviera que confiar en su habilidad de convencer y así lograr alguna conquista.

En ese momento terminó con más de medio litro de cerveza de un par de tragos largos, y se creyó capaz de conseguir sacar a bailar a la chica misteriosa. Comenzó el camino que iba haciéndose más largo en medida que él se iba acercando. Mientras lo hacía, las demás mujeres lo miraban esperando una invitación; incluso un par le sonrieron, pero él no se dio cuenta, porque ella ni siquiera lo miró. Franco sólo la miraba a ella.

Se acercó y ella estaba platicando con una de sus amigas al oído. Esperó a que ella terminara para no ser imprudente. La chica terminó y lo miró con desprecio y con altivez. Él hizo su intento. Pagó por su novatez.

- Hola, ¿quieres bailar?- Sí, lo dijo inseguro, trabándose en las palabras y mirando hacia otro lado.

-No, gracias- No terminaba de decirlo cuando ella ya miraba para otro lado. Aunque Franco escuchó su voz, lo cual ya era ganancia.

Franco regresó con sus amigos derrotado y fue a comprar otra cerveza, pensando en volver a terminarla rápido y regresar a hacer otro intento. "Quiero que me mande a la chingada otra vez, me gustó como lo hizo", pensó. Durante el trayecto no dejó de pensar en su mirada ni en su rostro. Le parecía lo más hermoso que había visto. De alguna manera, algo pasó en ese momento, porque lo único que quería hacer era verla de cerca; ya no pensaba en bailar, platicar o conocerla, sólo quería mirarla. " Cuando vaya y me mande otra ves a la chingada ojalá y sonría, así me podré ir tranquilo a mi casa", dijo para él.

Franco venía de regreso con su cerveza. Se miró las manos y lo que alcanzaba a ver de su cuerpo, como haciendo una revisión de sí mismo. Para cuando pasó por un solitario espejo que estaba incrustado en una de las paredes de La choza, le brillaban los ojos y se notaba nervioso, aunque una mínima sonrisa asomó por su rostro.

Regresó triunfante con la cerveza en la mano y un cigarro encendido en la otra. Alzó un poco la mirada buscando a la chica misteriosa, y no la encontró. Cabeceó de desesperación hacia todos lados, pues no creía que se hubiera ido, puesto que no la vio salir al ir a comprar la cerveza, pues la barra se encontraba a un costado de la salida. Pero, al mirar a un costado suyo, donde había visto a un par de sus amigos moverse al ritmo de la música, miró a la chica misteriosa bailando con uno de sus amigos, " El Fénix", uno de los más desgraciados con las mujeres.

La imagen lo decepcionó, pues él quería saber un poco más de ella y ella ya se encontraba en las garras de el Fénix. Franco comenzó a registrar la pared con la mirada y pensó en que su valor no era de primera. No quiso voltear para evitar entrar en detalles de lo que él pensaba que estaba por suceder. Tuvo un aire de tristeza. Agachó la cabeza. Manoteó y pensó en irse. Pero, ya platicando ella con el Fénix, tal vez la podía ver reír.

Franco volteó y lo sorprendió El Fénix de frente y desesperado.

-¡Carnal, tírame paro!- Le dijo el Fénix desesperado, agitando su celular y levantando la voz debido a la música.

-¿Qué pasó, cabrón? Creí que ya habías conectado- aunque no lo crean, lo dijo con desánimo

-No mames, me acaba de hablar mi vieja que ya está aquí en el metro y que vaya por ella

-¿Y qué quieres que haga?

-Pues distrae a esta morra un rato

- ¿Para qué la sacas a bailar si la vas a a mandar a la chingada?- Lo dijo molesto, como defendiendo a una amiga.

- Pues es que mi vieja me dijo que llegaba más tarde, pero se adelantó, ahora ya me saló este fajesito.

- Pues va. Ya vete, antes de que te la hagan de a pedo.

Franco estaba muy nervioso, pues la chica misteriosa bailaba sola en la pista. Dudó en acercarse, pero sabía que cualquiera podría llegar y arrebatarlo del privilegio. De repente, se encontró sudoroso de las manos y apesadumbrado sin motivo aparente. Eran solamente un par de metros lo que los separaba, pero esos pasos lo encorvaban y sometían en una pesadez brutal. Al fin llegó.

Se detuvo frente a ella. la tomó de los brazos y la miró un par de segundos.

-Oye, mi amigo fue al baño, me dijo que bailara contigo mientras regresaba, ¿no te importa?- dijo Franco

La chica misteriosa lo miró fijamente por un par de segundos.

-No- lo dijo y después sonrió tibiamente.

La chica misteriosa no prestaba atención a Franco. Se movía al ritmo de la música como si fuera parte de su cuerpo. Poseía la agilidad del aire. Miraba hacia cualquier lado, mientras ponía las manos en su cabeza, se recogía el cabello o miraba hacia el suelo. De reojo miraba al espectador atónito. Franco parecía un esclavo lamiendo y mordiendo la tierra para su amo.

Por otro lado, Franco se quedó atónito. Intentó moverse para no parecer un idiota, pero en su mente no existía otra cosa que el espectáculo que estaba presenciando. El pensó que si un día pudiera entrar al museo de Louvre, se quedaría, más o menos, en las mismas condiciones. No sabía si el mundo se había detenido, o si todo giraba más lento alrededor de ella. No la conocía, ni siquiera sabía su nombre, pero el aire de paz que respiraba a su lado, le dio la tranquilidad para quedarse atónito mientras veía a la chica bailar.

-¿Cómo te llamas?- preguntó Franco, aun sabiendo que podía arruinarlo todo.

-Mariel, ¿y tú? contestó la chica.

"Conque así se llama, Mariel, sabía que estaba asociado a algo tan hermoso como el mar", pensó Franco. Imaginó una escena en la que ella estaba frente al mar y él la miraba. "Una escena para morirse de la belleza", dijo Franco y sonrió justo en el momento en que Mariel lo miró. ¿Qué significado tendrá su nombre? Acaso un..

- Ajá, ¿cómo te llamas?- dijo Mariel, levantando su rostro en tres ocasiones.

- Franco- contestó sin dejar de mirarla a los ojos.

-¿Cuántos años tienes, Franco?- preguntó Mariel, quería saber la edad del niño que tenía frente a ella.

- Dieciséis, Mariel, ¿y tú?

-Dieciocho.

Mariel seguía bailando, aunque no ocultó su sorpresa de ver a ese niño que la miraba como nunca nadie la había mirado. Ni siquiera se dio cuenta cuando Franco la tomó de la cintura y se acercó a ella. Lo único que Mariel supo, fue que no le disgustaba que la tomara y la mirara de esa manera. No supo qué pensar. Se limitó a dejar que Franco tuviera una pequeña porción de lo que ella significaba.

Platicaron algunos minutos hasta que terminó la música. Franco la llevó hasta su lugar, algo que no se acostumbra hacer en este tipo de lugares, donde las relaciones son de lo más superficiales. Cuando Mariel se dio cuenta de esto, no ocultó su sorpresa, pero de igual manera no le disgustó tanta atención. Preguntarse si era del gusto de Franco hubiera sido una tontería, era evidente que sí.

Mariel dio las gracias. Se sentó, pero Franco no se movió del lugar. Se quedó viendo la sonrisa y el cuchicheo de ella con sus amigas." A este lo traes bien pendejo, amiga, ¿ya viste cómo te mira?", pensó Franco en esa conversación, aunque sintió un poco de temor hacia la posible respuesta de Mariel. Ella sentía las miradas de Franco, sentía como si estuvieran encendiendo una fogata a su alrededor, y Franco se incineraba en cada mirada.

Pasaron quince o veinte minutos. Franco volvió a invitarla a bailar. La mirada de ambos era, en cierto modo, un anticipación de vergüenza. Lo que Mariel pensó en ese momento va a ser siempre un misterio. Su mirada se veía contenta y a la vez sorprendida del efecto que causó en este pobre hombre, al que se le doblaban las piernas y le sudaban las manos. Aunque Franco percibió algo triste, vio en esos ojos negros y enormes algo triste que lo llevaba hacia ellos. Una sensación de falta de amor verdadero. Especulaciones, jamás lo sabrá.

A la mitad de la ronda de música, Franco tomó de la cintura a Mariel. Ella lo miró incrédula. El miedo y la sorpresa tiraron de ella de ambos brazos. Tomó por un segundo las manos de Franco. Él pensó que Mariel iba a quitarlas al momento, pero lo que hizo lo sorprendió: las tomó para pegarlas más a su cuerpo, para asegurar un agarre firme. Mariel sabía que el movimiento había sido salvaje y sorpresivo, pero obtuvo lo que quería: la sorpresa de Franco. Franco se imaginó una escena de comedia romántica tonta, porque creyó que ese tipo de situaciones no existían, que el amor a primera vista era un invento mediático para justificar las relaciones superficiales. Franco seguía sin poder creerlo; obviamente no estaba enamorado, ni era lo más intenso que había sentido. Lo que sí, es que la sensación de estar lejos de ella iba a provocarle algún malestar y un vacío.

Al final de la ronda musical, prosiguieron a los mismos pasos de la vez anterior. Sólo algo cambió al fnal: se miraron, como si nunca fueran a volver a verse, como un amor de inverno o una aventura de vacaciones. No se sabe si fueron las fuerzas de la naturaleza lo que los atrajo; porque si les preguntas, fue uno quien besó al otro. No se sabrá nunca si el tempo se detuvo para observarlos y para ellos, o si se perdieron tanto en los labios del otro que todo sucedía más lento.

El beso no tuvo nada de extraordinario en estética, pues la coordinación no reinó entre ellos. Cada quien iba a su ritmo y abría la boca con sensaciones diferentes. Al final encontraron un punto neutro que los invitaba al abrazo. No lo hicieron.

- Ya me voy, Franco, gracias por el baile- concluyó Mariel el día, tajante.

-Oye, pero, espera, ¿cuándo vuelvo a verte?- contestó Franco, con un aire de decepción y de derrota, aun después de la victoria que había conseguido.

-Nos vemos aquí el próximo viernes.

La respuesta de Mariel envió a Franco al quinto círculo del infierno. "Esperar una semana para volver a sentir lo que siento hoy va a ser un martirio", pensó. La vio despedirse de sus amigos con una sonrisa encantada, con una gracia suprema, y la vio tomar el camino hacia la salida, sola.

Franco regresó a su lugar desganado. Su semblante era confuso.

-¿Qué te pasa, cabrón?- Le preguntó Omar, su primo, con cara de incredulidad.

-No sé, carnal, la verdad que estoy desconcertado.

-¿Apoco si te latió mucho esa morra?

- ¿Cuándo me habías visto así?

- En eso tienes razón, sólo te he visto con esa cara cuando ya estás hasta la madre y no piensas en nada, cuando esperas aterrizar del viaje.

- Dice que la veo el próximo viernes

-¿Y qué va a pasar el resto de la semana? ¿ Lo sabes? ¿No, verdad? Si en verdad te latió la morra de esa manera, no seas pendejo y ve a buscarla.

Franco recibió esa frase con un aire de certeza. Se dio cuenta de que había cosas que no podía controlar en una mujer que no conocía, sobre todo cuando no le preguntó si tenía a alguien o algo en puerta. No siguió platicando con nadie y salió corriendo a buscarla.

Franco salio del lugar disparado, con una habilidad que sólo se le veía en los tiempos en los que jugaba fútbol, en busca de Mariel. Para cuando comenzaba a recorrer la primera calle saliendo de La Choza, la vio de espaldas caminando mientras hablaba por celular. La caminata era la que él esperaba, siempre con las maneras desenvueltas. Franco llego hasta donde ella estaba.

-¡Mariel! Espera, no te vayas.

-¿Qué pasó?

-Nada, solamente que no te pedí tu teléfono- Murmuró Franco. Mintió.

-¿Y para eso viniste hasta acá?

-No, la verdad no- Franco se entregó, dijo cualquier cosa con el afán de poder quedarse frente a ella, mintió descaradamente y sabía que Mariel se había dado cuenta.

-Entonces, ¿qué quieres?- Mariel lo miró, pensando que él pensaba en volverla a besar, algo que para ella no era ningún disgusto.

Franco era imposible de ver adentro, Pero al salir, con la tenue luz de la luna sobre su cara, fue fácil de apreciar lo que era. Era un niño. Cara de niño. Mirada de niño. Un alma que apenas salía del cascarón, Un alma que creía vivir en un cuerpo de mil años, y que se pensaba una persona de enormes años y experiencia; hasta la voz, esa voz tenue y nerviosa, hasta mínima e insulsa. Una voz que desnudaba una edad y una condición, que entre las luces era imposible de vislumbrar. La voz y la actitud parecían de una persona mayor, porque, tontos, no habían puesto atención a la edad de cada quien.

La imagen fue demasiado fuerte para Mariel. No había entrado en razón de la bronca que se había echado encima, pues ya le habían tocado un par de niños en la escuela, y la situación no le pareció agradable. Sin embargo, Franco se veía decidido a decirle algo más que un "te invito a salir", o una propuesta de noviazgo.

-Mira, Mariel, sólo quiero que escuches lo que voy a decirte. Puede que no quieras volver a saber de mí nunca, pero necesito decirte algo, por favor. ¿Me vas a escuchar?

-Pues si ya viniste hasta acá, sería mala onda no escucharte. Sólo no te tardes mucho, porque le dije a mi mamá que ya iba, y me va a regañar si me tardo.

-Está bien.

Franco tomó aire. Irónicamente, encendió un cigarrillo.

-A ver, Mariel, mira, yo, a pesar de ser muy pequeño, de ser un niño, he tenido una vida bastante rápida. No sé cómo explicarte todo lo que tengo que decirte. Mira, soy miembro de una pandilla a la que tiene casi 2 semanas en la que no me aparezco, lo que me va a traer consecuencias. Si te preguntas por qué te estoy diciendo ésto, la verdad no lo sé, solo déjame terminar. Hago y he hecho cosas malas, muy malas. Pero, a decir verdad, ya no quiero hacerlas. Tengo 16 años, cumplo 17 en poco tiempo. Sé tocar la guitarra, me gusta cualquier música, menos la que bailamos adentro. De momento no tengo nada qué hacer, más que ir a la escuela abierta durante dos horas. No sé, te lo digo en serio, que es lo que me pasa contigo, lo único que se, Mariel, es que eres la mujer más hermosa que he visto en toda mi vida. No sé lo que me sucedió cuando te vi, en verdad, solamente sé que debía venir y no dejarte ir. No sé si esté enamorado de ti, o vaya a lograr que tú lo hagas de mi, sólo sé que quiero estar a tu lado el mayor tiempo posible. Te prometo que, al menos, te haré pasar momentos graciosos. No sé s vaya a ser un mes, un año, no sé cuánto tiempo, sólo sabré si es un frenesí o algo más lo que me está pasando, si lo dejo fluir. No soy un caballero, no soy un príncipe azul, no te prometo un corsel y un traje, te prometo que voy a estar ahí siempre que me necesites, eso sí. No sé si algún día vaya a hacerte sufrir, si lo hago, voy a dejar hasta el último aliento de mi ser, para que ya no sufras. Otra cosa que te prometo, es que si un día te alejas de mi, te voy a extrañar como nadie te ha extrañado, te voy a llorar como nadie te ha llorado, soñaré con tus recuerdos todos los días de mi vida y escribiré canciones y cuentos. Y si te puedo prometer eso, es porque eres la primera persona, que me hace querer ser un mejor hombre-Frenó un poco al ver que Mariel estaba desconcertada, pero sonrió un momento- Hace rato leí un cuento y había una palabra que me llamó mucho la atención. Busqué su significado y creo que así es lo que vamos a vivir.

-¿Cuál palabra?- Preguntó Mariel, sólo por compromiso.

-Níspero, es un árbol bastante raro, su forma es lo más raro del mundo, es único.

-Y, ¿cómo es?

-Me das la mano y te explico mientras vamos rumbo a tu casa, ¿te late?

- Está bien...

Caminaron con rumbo hacia la luna, mientras la música de la choza se perdía con el silencio de la noche. Ellos se perdieron a los pies de la luna, dibujando un níspero con su abrazo...