lunes, 5 de mayo de 2014

El color del amor

El amor es uno de los misterios más grandes de la humanidad. A lo largo de la historia se han contado un sin fin de narraciones que implican este tema. Aunque, no fue sino hasta el comienzo de la era moderna que el amor tomó un lugar privilegiado en el escenario de la discusión. Entonces, el amor, ese gran proyecto de la era cristiana; que es inspiración para los poetas, no tiene una respuesta decisiva al valor universal del significado del término. 

 Por ello, las historias que se cuentan acerca de él son, han sido y probablemente, serán  muy subjetivas. Nunca hay una verdad absoluta sobre algo que el humano siente y expresa de manera diferente. A pesar de ello, el glorioso momento en el que me topé de frente con la historia de amor en la que Adéle y Emma desafían al mundo y a ellas mismas, no pude evitar reflexionar y escribir acerca de lo que vi en ese momento.

Adéle es una chica de quince años, de clase media, con una belleza extraordinaria, belleza natural, que corrobora sin maquillaje alguno. Apasionada de la lectura; una soñadora en tiempos de pesadillas. Adéle estudia la preparatoria y sueña con algún día ser maestra de preescolar, dado su amor por los niños; tiene problemas existenciales - casi como cualquier adolescente de esa edad-, aunque tiene claros sus objetivos y el papel que juega en la sociedad, así se mantiene estable en un mundo basado en las apariencias. 

Todo cambia, en el momento que conoce a Emma.Una lesbiana con experiencia, que estudia arte en la universidad. El cabello corto, de un color azul deslumbrante, y una exquisita belleza natural, es decir, también peleada a muerte con los cosméticos. Además de su cultura y de su visión liberal de afrontar la vida, Emma es una mujer con confianza y seductora, algo que Adéle jamás había vivido tan cerca.

En ese instante, Adéle comienza a cuestionarse a sí misma acerca de su sexualidad y se da cuenta de que encontró el amor en una persona inesperada. El juicio de la sociedad la obliga a, por un momento, ahogar el amor en una tormenta de apariencias que amenazan con destruir su vida, lo que la pone en una encrucijada y la obliga a tomar una decisión que cambiará su vida para siempre. 

Es entonces, cuando un poco asustada y sin entender todavía si era amor o una fantasía lo que sentía, Adéle decide tomar el cielo de la palma de la mano de Emma. Comienzan a vivir su amor sin ningún tipo de ataduras y se adentran en una lucha social y familiar, con el concepto de: para poder ser feliz, hay que sobrepasar miles de obstáculos; cada rosa tiene su espina. 

Fue así como Adéle Y Emma comenzaron a dar rienda suelta a su ser. Encontraron su propia verdad y dejaron que los demás vivieran sin importar lo que pensaran de ellas. Dejaron que la luz guiara su camino a través de la vida, todo para poder crear su propio paraíso e incrustarlo en las arenas movedizas que significaba la sociedad para ellas. Con ternura y salvajismo se sumergieron en una pasión absorbente, hasta para quien lo mira de afuera.  

Esta historia tiene un giro de tuerca sugestivo en todo sentido, y retrata de manera sumamente auténtica las relaciones amorosas humanas. La narración que todos deberían conocer, está retratada de manera magistral en el guión de la francesa Julie Maroh. Guión que fuera puesto en pantallas con el virtuosismo del  franco-tunecino Abdelallatif Keniche en la película francesa de 2013, ganadora de La Palma de Oro en el Festival de Cannes, "La Vida de Adéle". 

Esta película es un triunfo a la verdad. La manera tan explícitamente frontal en la que se desarrolla, es abrumadora en todo sentido; remueve demasiadas emociones desde sus primeros minutos, aunque a pesar de eso, tiene tintes de ternura en muchos pasajes. Las actuaciones son poderosas, inteligentes, explosivas y conmovedoras. Diálogos severamente reales; poco que decir ante la inteligencia y la reflexión que te provoca cada línea que expresan los personajes ante las situaciones. 

Un logro del director Keniche, fue endulzar la intensidad que planteó en sus personajes,con paisajes a contra luz- al más puro estilo de Terrence Malick-, para crear una atmósfera de belleza, no sólo en el ambiente, sino en los personajes, dejando una estela emocional que desarma a las mentes más cerradas. Todo para llevarnos a un clímax con unas escenas de sexo casi inéditas en el cine de los últimos años. 

Una película que puede ser placentera y dolorosamente real, desde el punto de vista en el que se le mire. Una obra maestra que hace al espectador ponerse de rodillas ante una de las mejores historias de amor jamás filmadas. Con una obsesión por el detalle, que parece hasta bizarra de la perfección lograda. Los elogios son pocos para este hito del amor que encaja en cualquier época, en cualquier sociedad y ojalá en cualquier persona.

5 de 5 estrellas.   

Después de verla, se darán cuenta de que Le bleu est une couleur chaude.  





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